Para mí pasear no sólo es sano y bello, sino también conveniente y útil.

Robert Walser

Pensada en movimiento y representada en más de 150 “funciones” por las calles de una veintena de ciudades del mundo, la performance El paseo de Robert Walser tuvo como escenario un barrio del distrito limeño de Lince. Sus creadores, los muy polifacéticos Marc Caellas y Esteban Feune, directores, dramaturgos, actores, poetas, escritores, fotógrafos, cronistas, fundadores e integrantes de singular compañía escénica La Soledad, trajeron esta y otras propuestas a Perú como parte de su proyecto Ciudad Paisaje.

La obra empezó en el parque Santos Dumont, donde se dio cita un grupo de 15 personas con un sucedáneo del escritor y paseante suizo Robert Walser, a quien siguieron por una deriva que duró una hora y media y terminó en el centro comercial Risso.

En el camino se originaron encuentros, improvisados o no, con personajes del barrio que “actuaron” en esta serie de microescenarios efímeros –cruce de realidad y ficción– que la ciudad ofrece a quien sabe encuadrar, mirar, escuchar, oler, tocar y sentir. Uno de estos personajes fue la cantante lírica Karla Rabanal.

¿Quién fue Walser? Un escritor nacido en Biel (Suiza) en 1878, que con poco más de 15 libros publicados (novelas autobiográficas, relatos cortos y poemas) consiguió la admiración de importantes escritores de su tiempo y de hoy; Kafka, Hesse, Zweig, Walter Benjamin y J. M. Coeteze entre muchos de ellos. Murió el día de Navidad de 1956 mientras paseaba por un campo nevado cercano al manicomio donde estaba recluido hacía 23 años y por cuyos alrededores gustaba deambular. Este vagar por puro goce es un leitmotiv de su obra. Su novela corta El paseo es precisamente la que inspira esta creación dramatúrgica de la compañía La Soledad.

Sobre la compañía La Soledad

Marc Caellas (Barcelona, 1974) y Esteban Feune de Colombi (Buenos Aires, 1980) fundaron en Bogotá en 2011 la Compañía La Soledad, oxímoron que aprovechan para unir compañías itinerantes a sus irremediables soledades. Desarrollan, pues, desde hace más de diez años, proyectos de literatura expandida en los que los textos –poemas, manifiestos, canciones– se interpretan de una manera poética y lúdica, en roce con otras disciplinas, escenificando el color, la voz, el olor y el tacto de la(s) escritura(s).

En sus puestas en escena trabajan la palabra en relación con el paisaje y con el contexto local donde realizan las obras, cada una de las cuales genera su propia forma y deja varias estelas: la del propio proyecto estrenado y otra, más sutil y colectiva, incluso más duradera, que contempla la red vincular que se tejió en la previa al estreno, hibridando disciplinas y saberes, plataformas y lenguajes, préstamos y trueques.